Me acuerdo la primera vez que leí I Remember de John Brainard.
Me acuerdo que me pareció de lo más astuto.
Me acuerdo haber leído que alguien decía que John Brainard había inventado una maquina para producir recuerdos. Se referían a su libro.
Me acuerdo que cuando comencé a usar Twitter empece subiendo todas las noches una frase que comenzaba con “me acuerdo…”
Me acuerdo que no tengo buena memoria.
Me acuerdo de traer siempre una libreta y una pluma para anotar las cosas que estoy seguro voy a olvidar.
Me acuerdo de el momento en que decidí estudiar arquitectura.
Me acuerdo, al ver a mi hermano David llegar a casa con un par de amigos, con bolsas llenas de botanas – papas, refrescos, cervezas – y encerrarse en el estudio de la casa toda la noche con música a todo volumen, y despertar y correr al estudio para ver que micro mundo habían construido. Fue entonces que decidí estudiar arquitectura.
Me acuerdo mi primer día en la escuela de arquitectura, nos pidieron que dibujáramos nuestro cuarto.
Me acuerdo llegar al otro día con un dibujo que yo pensaba era bastante decente y que mi profesor simplemente paso en frente de él sin hacer ningún comentario.
Me acuerdo de los pin-ups, en donde cada uno de nosotros teníamos que explicar lo qué habíamos hecho y porqué lo habíamos hecho. A la mayoría de los alumnos les gustaba poner pocos dibujos en enormes laminas. A mí me gustaba ir generando un mosaico de dibujos diminutos.
Me acuerdo de las sillas de madera sobre ruedas en donde los jurados de nuestras entregas se sentaban.
Me acuerdo ir colgando mis dibujos sobre la pared imaginando lo que iba a decir sobre ellos.
Me acuerdo de haber recibido una crítica tan fuerte en una entrega que después de presentar me fui al baño a llorar.
Me acuerdo de haber trabajado el triple para la siguiente entrega para evitar otra escena como esa.
Me acuerdo de las pizzas Godzilla que pedíamos a domicilio a media noche. Tan sólo le teníamos que decir al chico que las iba a traer que era el edificio de arquitectura de la Universidad y sabia perfectamente adonde nos referíamos.
Me acuerdo de la manera en que la luz entraba al edificio de Goldsmith Hall.
Me acuerdo de el patio central del edificio Goldsmith Hall, en donde había un par de bancas en donde rara vez alguien estaba sentado.
Me acuerdo sentarme en las bancas del patio central del edificio Goldsmith Hall y ver las palmeras.
Me acuerdo del olor del taller de carpintería.
Me acuerdo de haber trabajado por horas en una unión japonesa con herramientas manuales y sentir mi brazo acalambrado.
Me acuerdo del laboratorio de fotografía y el olor de los químicos al revelar un rollo.
Me acuerdo del placer de ver un rollo mío colgado esperando secarse.
Me acuerdo del placer de agrandar una imagen que quería imprimir sobre un papel de algodón extremadamente grueso.
Me acuerdo del techo de la biblioteca de arquitectura.
Me acuerdo de las lámparas con pantalla verde sobre las mesas de la biblioteca de arquitectura.
Me acuerdo recorrer los pasillos y husmear por los estantes de la biblioteca de arquitectura con las expectativas de descubrir algún arquitecto que no conociera.
Me acuerdo de unas escaleras de caracol diminutas que llevaban al archivo de libros seleccionados a la cual estaba prohibido acceder.
Me acuerdo de la oficina de Danilo Udovicki y el hecho que casi siempre lo podías encontrar en su silla revisando un par de diapositivas en una mesa con luz blanca.
Me acuerdo desear que David Heymann estuviera en mi jurado en cada entrega.
Me acuerdo de la clase de dibujo de John Blood y de su manera de sostener un lápiz en su mano.
Me acuerdo estar ansioso por entrar al curso de Chris Mcdonald, un profesor cuya reputación era aterradora pero de quien se decía que nunca más verías la arquitectura de la misma manera. Justo el semestre en el que me tocaba su curso, dejó de dar clases en la Universidad.
Me acuerdo acostarme en el pasto de la plaza central del campus y pensar en dónde estaría el final de la sombra proyectada por la torre de la Universidad.
Me acuerdo sentarme en el barandal de la entrada del edificio Goldsmith Hall y tocar con mis manos la piedra con fósiles con la que el edificio estaba recubierto.
Me acuerdo de lo rápido que Jeni Chan terminaba sus entregas y que siempre eran las mejores maquetas.
Me acuerdo del trazo tembloroso de los dibujos de Andreaa Rusu que resultaban en dibujos exquisitos.
Me acuerdo de las maquetas diminutas que un alumno oriental de una generación arriba de la mía hacia y desear poder tener su pulso preciso.
Me acuerdo que cuando me tocaba poner música en el taller la gente me pedía que pusiera al general.
Me acuerdo de dormir en un futon.
Me acuerdo de tener un restirador en mi cuarto que use como mesa de apoyo.
Me acuerdo siempre seleccionar un restirador en frente de una ventana.
Me acuerdo dejar mis dibujos sobre el restirador toda la noche para retomarlos al día siguiente.
Me acuerdo de ir a comprar madera a una tienda que se especializaba en trenes de juguete. Ahí vendían madera extremadamente chica y delgada. Me encantaba hacer maquetas con elementos diminutos.
Me acuerdo del placer que sentía cuando lograba limpiar mis estilógrafos.
Me acuerdo que nos turnábamos la tarea de cocinar entre mis compañeros de cuarto y que los martes era mi día favorito ya que Tim Campos cocinaba y siempre preparaba un platillo vegetariano delicioso.
Me acuerdo de correr al lado del lago.
Me acuerdo del café al que me gustaba ir a leer en frente del lago.
Me acuerdo del edificio al otro lado del lago. Era una planta de energía. Tenía una estructura de concreto y muros de relleno de tabique y se alternaban en un ritmo bastante estrecho. Estaba ligeramente suspendido por encima del lago. Estaba manchado por el agua del lago. Era mi edificio favorito de la ciudad.
Me acuerdo de las conferencias de los martes.
Me acuerdo de los lunchs de los viernes en donde un profesor presentaba algún proyecto en el que estaba trabajando en ese momento. Daban una bolsa de papel con un sándwich y una fruta a los asistentes.
Me acuerdo de comprar mangos deshidratados en días sanos y una bolsa grande de gummy bears en días no tan sanos para mantener la energía en noches de entrega.
Me acuerdo usar shorts y birkenstocks casi todos los días.
Me acuerdo la primera y ultima vez que le pedí a un arquitecto que me firmara su monografía y que él me dijo que lo haría pero que le parecía absurdo que alguien deseara su autógrafo.
Me acuerdo que mi primer visita a un edificio como estudiante de arquitectura fue al Kimball Museum de Louis Kahn. Lo que más me impresiono fue el patio de grava y pequeños arboles separados por la misma distancia uno de otro que servía de vestíbulo exterior al edificio.
Me acuerdo de la primera vez que vi un dibujo de Lebbeus Woods.
Me acuerdo de la vez que fui a visitar los baños termales de Peter Zumthor de Suiza y haber tomado un camión en donde yo y mi pareja éramos los más jóvenes del camión por más años de los que teníamos en ese momento.
Me acuerdo del estar buscando por horas el cementerio de Enric Miralles en Barcelona y de verme sumergido de repente en el paisaje que el mismo cementerio contenía.
Me acuerdo cuando mi hermano me visitó por un semestre.
Me acuerdo que estaba feliz aprendiendo a bailar two-step.
Me acuerdo de tener una cuenta Hotmail.
Me acuerdo de que clases de Autocad eran opcionales.
Me acuerdo de ver al director de la carrera en shorts, mientras corría sobre la banda del gimnasio de la Universidad y sorprenderme de lo delgadas que eran sus piernas.
Me acuerdo de asistir a un maratón de las películas de Cremmaster y salir con la cabeza mareada.
Me acuerdo de ver bailar a la Avery Dance Company y quedarme sorprendido de lo que el cuerpo humano era capaz de hacer.
Me acuerdo de acompañar a un amigo a un concierto de música clásica en la que me dijo que estaba siendo privilegiado porque estaba escuchando a un compositor tocar una de sus piezas y que eso ya no se veía tan seguido.
Me acuerdo que mi lugar favorito para salir era un bar al aire libre en donde servían gin and tonics y donde la gente bailaba swing.
Me acuerdo que mi proyecto final de la carrera tomaba la sombra como espacio principal.
Me acuerdo ir dibujando escenarios de obscuridad a los cuales después tenia que proyectar que tipo de estructuras eran necesarias para obtener tal proyección de sombras.
Me acuerdo que mi familia fue a mi graduación.
Me acuerdo tener una botella de Champagne debajo de mi toga.
Me acuerdo cuando todos lanzamos nuestros sombreros de graduación al aire y abrimos las botellas.
Me acuerdo de tomar un largo viaje de carretera por Estados Unidos antes de regresar a México.